De lo más recóndito de mis entrañas surge esa presencia que ya conozco y me tranquiliza diciéndome lo que siempre he querido oír en los malos momentos. Esto es lo que escribo en la página de mi libreta:
Aquí estoy. Te quiero. Me da igual que te pases toda la noche llorando. Me quedaré contigo. Si tienes que volver a tomar pastillas, tómalas. Te seguiré queriendo aunque las tomes. Si no las necesitas, también te seguiré queriendo. Hagas lo que hagas, jamás perderás mi amor. Te protegeré hasta que te mueras y después de tu muerte te seguiré protegiendo. Soy más fuerte que Depresión y más valiente que Soledad y no hay nada que pueda acabar conmigo.
Comer, rezar, amar.
miércoles, 29 de octubre de 2014
-No creo que resista un año más de pleitos. Una intervención divina es lo que me hace falta. Ojalá pudiera escribir una petición a Dios rogándole que ponga fin a esta historia.
-¿Y por qué no lo haces?- me contestó ella
Expliqué a Iva mis opiniones sobre el asunto de la oración. Es decir, que no me parece bien pedir a Dios cosas concretas, porque lo veo como una especie de falta de fe. No me gusta decirle: << ¿Puedes cambiar esto o aquello que no me funciona en la vida? >>. Porque -¿quién sabe?- tal vez Dios quiera ponerme ese reto por algún motivo concreto. En cambio, prefiero rezar para pedirle valor para enfrentarme a lo que me suceda en la vida con ecuanimidad, sin importarme los resultados.
Después de escucharme educadamente Iva me preguntó:
-¿De dónde has sacado esa idea tan tonta?
-¿Cómo dices?
-¿De dónde has sacado que no puedes usar la oración para pedir algo al universo? Tú formas parte de este universo, Liz. Eres un componente más. Tienes todo el derecho del mundo a participar en el funcionamiento del cosmos y a permitir que se conozcan tus sentimientos. Así que date a conocer. Expón tu caso. Créeme, al menos te escucharán.
-¿En serio?- dije muy sorprendida
-En serio. Vamos a ver, si fueras a escribir una petición a Dios ahora mismo, ¿qué dirías?
Me lo pensé durante unos segundos. Después saqué un cuaderno y escribí esta petición:
Querido Dios:
Por favor, intervén para ayudarme a acabar con este divorcio. Mi marido y yo hemos fracasado en nuestro matrimonio y ahora estamos fracasando en nuestro divorcio. Este proceso tan venenoso nos está haciendo sufrir enormemente a nosotros y a todos los que nos quieren.
Sé perfectamente que tienes que ocuparte de guerras y tragedias y conflictos mucho mayores que la última bronca de una pareja disfuncional. Pero tengo entendido que la salud del planeta se ve afectada por la salud de todos los individuos que lo habitan. Mientras dos almas se hallen en desacuerdo, el mundo entero se verá contaminado por su disputa. De igual modo, si al menos dos almas se liberan de la discordia, esto incrementará la salud general de todo el planeta, igual que un grupo de células sanas incrementa la salud general del cuerpo donde se hallen.
Por tanto, mi humilde petición es que nos ayudes a poner fin a este conflicto para que al menos dos personas puedan disfrutar de la libertad y la salud, y para que haya un poco menos de animosidad y amargura en un mundo ya sobrecargado de sufrimiento.
Te agradezco tu amable atención.
Respetuosamente,
Elizabeth M. Gilbert
Comer, rezar, amar.
-¿Y por qué no lo haces?- me contestó ella
Expliqué a Iva mis opiniones sobre el asunto de la oración. Es decir, que no me parece bien pedir a Dios cosas concretas, porque lo veo como una especie de falta de fe. No me gusta decirle: << ¿Puedes cambiar esto o aquello que no me funciona en la vida? >>. Porque -¿quién sabe?- tal vez Dios quiera ponerme ese reto por algún motivo concreto. En cambio, prefiero rezar para pedirle valor para enfrentarme a lo que me suceda en la vida con ecuanimidad, sin importarme los resultados.
Después de escucharme educadamente Iva me preguntó:
-¿De dónde has sacado esa idea tan tonta?
-¿Cómo dices?
-¿De dónde has sacado que no puedes usar la oración para pedir algo al universo? Tú formas parte de este universo, Liz. Eres un componente más. Tienes todo el derecho del mundo a participar en el funcionamiento del cosmos y a permitir que se conozcan tus sentimientos. Así que date a conocer. Expón tu caso. Créeme, al menos te escucharán.
-¿En serio?- dije muy sorprendida
-En serio. Vamos a ver, si fueras a escribir una petición a Dios ahora mismo, ¿qué dirías?
Me lo pensé durante unos segundos. Después saqué un cuaderno y escribí esta petición:
Querido Dios:
Por favor, intervén para ayudarme a acabar con este divorcio. Mi marido y yo hemos fracasado en nuestro matrimonio y ahora estamos fracasando en nuestro divorcio. Este proceso tan venenoso nos está haciendo sufrir enormemente a nosotros y a todos los que nos quieren.
Sé perfectamente que tienes que ocuparte de guerras y tragedias y conflictos mucho mayores que la última bronca de una pareja disfuncional. Pero tengo entendido que la salud del planeta se ve afectada por la salud de todos los individuos que lo habitan. Mientras dos almas se hallen en desacuerdo, el mundo entero se verá contaminado por su disputa. De igual modo, si al menos dos almas se liberan de la discordia, esto incrementará la salud general de todo el planeta, igual que un grupo de células sanas incrementa la salud general del cuerpo donde se hallen.
Por tanto, mi humilde petición es que nos ayudes a poner fin a este conflicto para que al menos dos personas puedan disfrutar de la libertad y la salud, y para que haya un poco menos de animosidad y amargura en un mundo ya sobrecargado de sufrimiento.
Te agradezco tu amable atención.
Respetuosamente,
Elizabeth M. Gilbert
Comer, rezar, amar.
lunes, 20 de octubre de 2014
sábado, 18 de octubre de 2014
Eat, Pray, Love
Querido David:
Hace tiempo que no nos comunicamos. Me ha dado tiempo para pensar sobre mi. ¿Recuerdas cuando dijiste que deberíamos vivir juntos y ser infelices para ser felices? Considéralo un tributo a mi amor por ti que pasé tanto tiempo esforzándome por esa oferta, tratando de hacer que funcionara.
Pero una amiga me llevó a un lugar increíble. Se llama el Augusteum. Augusto Octavo lo construyó para poner sus restos. Al llegar los bárbaros, arrasaron con él. Augusto, el primer gran emperador. ¿Cómo se podía imaginar que Roma, que todo su mundo, un día estaría en ruinas? Es uno de los lugares más callados y solitarios de Roma. La ciudad ha crecido a su alrededor durante siglos. Parece una herida preciada un corazón roto que no quieres soltar porque duele rico.
Todos queremos que las cosas sigan igual. Conformarse con vivir infelices por miedo al cambio, a un derrumbe. Miré este lugar, todo el caos que ha sufrido, cómo ha sido adaptado, quemado, saqueado y reconstruido, y me sentí reconfortada. Quizá mi vida no haya sido tan caótica, pero el mundo lo es y la trampa es encariñarse de una parte de él.
La ruina es un regalo. La ruina es el camino a la transformación. Aún en esta ciudad eterna, el Augusteum me mostró que hay que estar preparados para oleadas de transformación.
Los dos nos merecemos algo mejor que seguir juntos porque tememos la destrucción sino.
lunes, 6 de octubre de 2014
Sweet November
Todos los meses son Noviembre, Sara. Y yo te quiero todos los días. Este es nuestro mes. No se tiene que acabar nunca. Ya renuncié a todos mis esfuerzos por controlar la vida, la tuya o la mía. Vivo para una sola cosa. Para quererte. Para hacerte feliz. Para vivir firme y dichosamente el momento.
- Si te vas ahora, lo que tuvimos será perfecto para siempre.
- Sara, la vida no es perfecta.
- Lo único que tenemos es cómo vas a recordarme. Y necesito que ese recuerdo sea fuerte y hermoso. ¿No te das cuenta? Si sé que me vas a recordar así, puedo enfrentar lo que sea. Tú eres mi inmortalidad.
- Estaré bien, me iré a casa, necesito hacerlo. Tu seguirás aquí y tendrás una vida preciosa, la que te mereces.
- Quiero tenerte a ti.
- Ya me tienes para siempre, ahora deja que me vaya.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)