¿Crees en las casualidades? Hoy me impuse ante el nerviosismo que me da siempre colarme en la fila del comedor. Me quedé en la fila "real" y mi amiga se quedó conmigo (supongo que le dió culpa dejarme sola). Después de una media hora más de filear, nos sentamos a comer el almuerzo más honesto. Y pasó. Un señor bastante grande se acercaba hacia nosotras con su bandeja:
- "¿Está ocupado?"
- "No, no" - le contestó mi amiga.
No esperó un segundo. Empezó a hablarnos como si nos conociera desde hace mucho, como si nos tuviera afecto. Parecía que no había hablado hace un tiempo. Nos contó que era médico, que le costó mucho recibirse. Nos habló de lo difícil que es estudiar una carrera de grado, de las exigencias de la universidad en la que estamos, nos felicitó diciendo que al haber ingresado ya teníamos la mitad del camino recorrido, colocó a nuestra universidad bastante alto en un top mundial (que me pareció mentira, pero lo dejé pasar).
"Pase lo que pase, no tienen que perder su objetivo. Cuando uno intenta e intenta y no lo consigue ¿qué hay que hacer?, bueno esta no es una frase mía, pero dice que cuando tenés un objetivo, tenés que conseguirlo o morir en el intento." Un poco violento, ¿no?
Estaba empezando a desesperarme porque ya había terminado de comer y quería estar en casa cuanto antes (¿para qué? ¿para acostarme? ¿para mirar videos de internet? pff). Cuando de nuevo pasó. Empezó a hablar de pobreza. De la gente humilde. De que nuestra tarea es ayudarlos. De que no miremos para otro lado.
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Un escalofrío me recorrió la espalda. Ahí estaba. Mi meta. Mi sueño. Que siempre pierdo cuando todo pinta mal. Era un día común. Habían pasado cosas comunes. Podría haber vuelto a casa sintiéndome igual que todos los días. Y sin embargo, volví a casa con una lucecita en el corazón. Con un poco de inspiración sobre los libros. Con un poco más de amor para dar. ¿Por qué siempre me olvido?